Estás en la parada del autobús. Llevas un buen rato esperando. Miras a tu alrededor, impaciente. Podrías ir andando hasta tu destino, pero tienes prisa y el autobús es más rápido. Sigues esperando. Miras el reloj. Si en lugar de haberte puesto a esperar hubieses ido andando, ya habrías llegado. No vas a ir andando, seguro que el autobús está al llegar. Sigues esperando. Ya te habría dado tiempo a ir y a volver andando. Pero has estado tanto tiempo esperando, que sería un desperdicio irte ahora. Sigues esperando. No parece que haya nadie más en la parada. A lo mejor el autobús no pasa. Echas a andar. Cuando estás demasiado lejos como para volver a la parada, el autobús te adelanta.
Eso no sólo pasa en lo que se refiere a los transportes públicos. A veces es mejor tirar todo y empezar desde cero que seguir invirtiendo en algo por la simple razón de no desperdiciar lo que ya se ha invertido.
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