miércoles, julio 22, 2020

Perfiles Covid-19 (Vol I): negacionistas y antimascarillas

Estamos en Julio y este año 2020 ya es oficialmente una puta mierda. Lo único salvable han sido los memes.

Recuerdo con nostalgia la erupción del Eyjafjallajökull en 2010, que nos dejó un par de semanas con el espacio áreo del norte de Europa cerrado... ¡Y todos pensando que el mundo había llegado a su fin!

Diez años después nos encontramos de morros con algo que sí que podría ser un escenario apocalíptico, aunque por suerte se trata de un apocalipsis un poco de andar por casa (pun intended) - pero tiene los ingredientes necesarios para que la mierda golpee el ventilador.

Vamos a hacer un pequeño sumario sobre qué caracteríasticas necesitaría un patógeno para acabar con la humanidad:

 Altamente contagioso
 Largo periodo de incubación
 Difícil de detectar
 Difícil de tratar
 Muy letal

Por suerte, el sars-cov-2 no es extremadamente letal, aunque sí lo suficiente como para que sea preocupante.

¿Cómo exactamente de letal es? Pues por desgracia no lo sabemos a ciencia cierta, porque los datos que tenemos son mierda; en parte por incompetencia, en parte porque los gobiernos quieren mantener una imagen de tranquilidad o dar la impresión de que están teniendo una buena gestión.

Algunos países deciden no contabilizar como víctimas de covid-19 a aquellos que tenían patologías previas (porque no es lo mismo morir con covid que morir de covid), otros directamente no hacen autopsias.

Podemos hacer una estimación rápida y chapucera a partir de datos que son más o menos fiables, como el exceso de mortalidad (que habría que coger con pinzas igualmente, ya que en una situación de excepción como la que estamos viviendo, hay más gente que muere de otras cosas por falta de acceso a tratamientos por el colapso sanitario, mientras que hay causas de letalidad como los accidentes de tráfico, laborales o deportivos que se ven reducidas enormemente por la falta de actividad; pero seamos optimistas y supongamos que se cancelan entre sí) y los estudios serológicos.

Si a ojo de buen cubero podemos decir que a mediados de Julio en España han muerto unas 40.000 personas por efecto del covid-19 (las muertes confirmadas por pruebas PCR son unas 28.500, pero la cifra de 40.000 derivada del incremento de mortalidad parece que no se cuestiona mucho) y las pruebas de prevalencia de anticuerpos nos dijeron que sólo el 5% de la población había padecido la enfermedad, eso nos dice que de los 47 millones de españoles, 2.350.000 personas han pasado la enfermedad. Si echamos cuentas, resulta que el 1.67% de la gente que ha sido infectada ha fallecido.

Pero las cifras de víctimas mortales no cuentan toda la historia, también hay que tener en cuenta las secuelas que deja en los supervivientes. La más común por el momento parece ser que es una fibrosis pulmonar que puede durar años.

Lo único que sabemos a ciencia cierta es que el cov-sars-2 no deja de sorprenderos cada día y que nos ha pillado en bragas.


Los negacionistas


El ser humano es obstinado, la inercia guía muchísimo nuestra conducta y solemos resistirnos a cualquier cambio. Eso incluye nuestra percepción del peligro, tendemos a pensar que todo va a ir bien, pese a que lo que estamos observando nos diga lo contrario.

Un ejemplo a gran escala es la reacción (o la falta de reacción) de los aliados ante la escalada armamentística de la Alemania Nazi y su posterior expansión territorial.

Este fenómeno es tan común que está estudiado y tiene un nombre: sesgo de normalidad.

Lo más normal es que la gente tienda a equiparar el covid-19 con algo que ya conocen, como es la gripe común.

He de reconocer que me está costando encontrar "datos limpios" para comparar con la gripe estacional; o están desperdigados, o son estimaciones muy amplias, hacen referencia a temporadas específicas o si no vas a fuentes primarias se hacen interpretaciones incorrectas de los números (p.e. se mezclan las tasas de mortalidad con las de letalidad).

Por ejemplo, podemos ver que la temporada de 2018 fue especialmente severa en España (dos cepas causaron el doble de mortalidad que el año anterior) y arroja los siguientes datos 800.000 infectados y 15.000 muertos. Una tasa de letalidad similar al 1.7% del covid-19 para una de las peores temporadas de la gripe.

En cuanto a cómo de contagiosas son, el famoso R-0 (tasa de reproducción, cuántos nuevos casos se dan a partir de un caso existente) es un valor difícil de estimar, puesto que es algo dinámico que va cambiando según se tomen medidas; y a la gripe estacional normalmente se la deja campar a sus anchas porque no se considera una enfermedad especialmente grave.

Lo que sí que podemos ver de una forma bastante clara son los efectos que está teniendo: saturación masiva de hospitalesmorgues y servicios funerarios. Eso nunca ocurre con la gripe estacional a una escala global.

Aquí podemos ver cómo se hacen entierros masivos en Brasil

Hasta en Nueva York han tenido que recurrir a fosas comunes.

Esos efectos macroscópicos son independientes de las estimaciones de los factores que los causan (cómo de contagiosa y cómo de letal es la enfermedad). Podríamos tirarnos horas debatiendo sobre si es más preocupante una enfermedad muy contagiosa y poco letal o una poco contagiosa y muy letal; pero es un debate estéril cuando el daño real es algo fácilmente observable y cuantificable.


Los antimascarillas


Hace unos días me sorprendí de sobremanera cuando vi que una de las personas más inteligentes que conozco compartía en su muro de Facebook este alegato en contra del uso obligatorio de las mascarilas. Pensaba que estaba trolleando, pero en los comentarios parecía bastante serio... Aún sigo con la duda, porque en el apartado "¿Quiénes somos?" de los perpetradores sólo les falta declararse terraplanistas:
Ediciones El Salmón nace a contracorriente de los relatos oficiales sobre el progreso y el desarrollo tecnológico, y ofrece ensayos críticos sobre el papel de la tecnología en la sociedad, las repercusiones de la cultura industrial tanto en los seres humanos como en la biosfera, así como obras que denuncian cualquier tipo de autoritarismo que se presente como una solución a la crisis permanente que supone el modo de vida capitalista.
En nuestra revista Cul de Sac hemos abordado de forma monográfica diferentes cuestiones: la idea de Porgreso, la crítica de internet y las nuevas tecnologías, el cuestionamiento de la Posmodernidad, la relación entre campo y ciudad, y la historia de los antimodernos italianos.
Si tienes algún comentario, pregunta o improperio que dirigirnos, escríbenos a contacto@edicioneselsalmon.com. Para prensa, escribir a prensa@edicioneselsalmon.com
Pero vamos a tomárnoslo en serio, y analizar un poco lo que dicen. El principal problema que veo es que mezclan dos cosas, por una parte la protesta (desde mi punto de vista razonable) ante la obligatoriedad de llevar la mascarilla independientemente de la distancia de seguridad, y por otra parte hacen un alegato (desde mi punto de vista deleznable) en contra de la utilidad de llevar mascarilla en general.

Sobre lo primero, estoy de acuerdo en que es absurdo que nos obliguen a llevar mascarilla aunque estemos solos en medio del campo. El problema es que hay gentuza que aprovechándose de la ambigüedad que hay al evaluar la "distancia de seguridad", aprovecha para pasar de la mascarilla. Si todo el mundo fuese responsable, estoy seguro de que no haría falta una legislación tan estricta.

Ahora vamos a ir uno por uno con los párrafos en contra del uso general:
Son muchos los estudios que muestran que las mascarillas no sirven para impedir el contagio de enfermedades respiratorias del tipo del virus corona.* La propia OMS reconoce que «no hay suficientes pruebas a favor o en contra del uso de mascarillas (médicas o de otro tipo) por personas sanas».** ¿Qué sentido tiene entonces imponer su uso por ley, y encima a enfermos y sanos por igual?
Aquí están siendo falaces, puesto que la mascarilla (cualquier tipo de mascarilla, exceptuando las que tienen valvula de salida sin filtro), cuando las lleva una persona infectada sí que protege a los demás. Las mascarillas "avanzadas" FFP2 o KN95 además protegen también a las personas sanas que las usan.

El sentido que tiene que las usen las personas enfermas y sanas por igual es que no sabemos diferenciar quién es quién en la mayoría de los casos (periodo de incubación o gente que pasa la enfermedad de forma asintomática), así que lo más seguro es asumir que todos podemos ser portadores (al igual que cuando vas a tener relaciones sexuales, te pones un condón porque asumes que la otra persona puede tener una ETS).

Por otra parte, se nos ha obligado a usar mascarilla justo cuando lo peor de la epidemia ha pasado. Los hospitales ya no están saturados. Y no tiene sentido querer frenar a cualquier precio una enfermedad que, al menos en este momento, sólo resulta peligrosa en una parte muy pequeña de los casos. Siempre ha habido enfermedades de transmisión similar y nunca se nos ha obligado a llevar mascarilla. Ahora mismo hay menos peligro que en plena temporada de gripe en otros años.
El uso de mascarillas debería haber sido obligatorio mucho antes, ahí estoy de acuerdo. Pero si los hospitales no están saturados es precisamente porque se han tomado medidas como el distanciamiento social y el uso de mascarillas. Y no queremos que vuelvan a estar saturados.

En los apartados anteriores hemos visto que el covid-19 ya ha matado a más gente que la peor temporada de gripe estacional; y a diferencia de ésta no se ve especialmente afectado por las altas temperaturas, así que el riesgo no ha pasado.

Pero no es sólo que haya muchas dudas, y muy razonables, sobre la capacidad de la mascarilla para evitar contagios. Es que además puede ser perjudicial para la salud. Cualquiera sabe que llevar mascarilla es un incordio y una guarrería que no puede sentar bien a nadie. Pero si alguien necesita que se lo confirme la ciencia, que sepa que no faltan científicos que avisan de que el vapor que exhalamos y se va acumulando en la mascarilla es un caldo de cultivo perfecto para virus, bacterias, hongos y parásitos presentes en el aire, y de que las mascarillas impiden que eliminemos correctamente el anhídrido carbónico que exhalamos, haciendo que ese desecho nocivo vuelva a entrar en la sangre a través de los pulmones, de modo que, en lugar de nutrir las células con el oxígeno que necesitan, se les devuelve una sustancia tóxica, lo que puede hacer enfermar de maneras mucho más graves que las que se pretenden impedir con la mascarilla.*** ¿Cómo puede ser que en nombre de la salud se nos impida respirar bien?
Lo de "cualquiera sabe que" es un argumento tan de terraplanista... La mascarilla incordia, sí, al igual que llevar gafas, pero lo hacemos porque nos reporta más ventajas que inconvenientes. Sobre que pueden acumular gérmenes, en la parte interior se trata en su mayor parte de los que ya están en tu propio organismo, así que no te van a hacer mucho más daño del que ya estén haciendo.

Y no olvidemos que las mascarillas, como cualquier prenda, requieren ser desinfectadas o desechadas tras su uso. Yo una vez llevé los mismos calzoncillos durante 4 días en la jungla en Malasia y las pasé putas, pues con las mascarillas igual. Cuidadlas y ellas cuidarán de vosotros.

Sobre la acumulación de CO2... Es simplemente descabellado. Las moléculas de aire pasan sin problema por un filtro poroso, es como si metes la cabeza debajo de la manta, no te vas a asfixiar (aunque si te tiras un pedo lo vas a pasar regular).

Utilizar correctamente una mascarilla exige el cumplimiento constante de una serie de instrucciones bastante engorrosas (cambiarla cada cuatro horas, lavarse las manos antes y después de tocarla, etc.) que nadie o casi nadie observa. Cada cual lleva la mascarilla como buenamente puede. O sea, mal. Y no pasa nada, porque lo único que está mandado es que la lleve. Esta imposibilidad de usar correctamente la mascarilla, y la palmaria indiferencia de las autoridades al respecto, demuestra que la función de la mascarilla no es sanitaria, sino político-religiosa: no se trata de recomendaciones más o menos razonables, sino de una imposición legal, de un acto de fuerza; no se trata de mirar por la salud, sino de que se cumpla el ritual de adhesión y de obediencia, que es la manera única y obligatoria de conjurar la amenaza abstracta y de evitar el castigo concreto.
Una mascarilla, incluso mal utilizada, es mejor que nada. Recordemos de que no se trata de impedir que los virus entren en tu mascarilla si estás sano, sino de impedir que salgan en el caso de estar enfermo.

¿Exactamente qué significado político-religioso tiene la mascarilla? ¿Los sanitarios ya estaban en el ajo desde hace siglos? ¿Los que llevan la bandera de España o el logo de VOX en la mascarilla también están mostrando obediencia al gobierno?

Pero cualquiera se da cuenta de que el efecto principal que tiene esta imposición legal y este ritual supersticioso es el de separar (en el doble sentido de aislar y clasificara la gente: la mascarilla hace que sea muy difícil hablar, oculta la mitad de la cara o más y alimenta así la idea de que somos peligrosos los unos para los otros, dejando señalado como «egoísta» (y quién sabe qué más) a quien no se somete, de forma que los obedientes puedan volverse contra él. La agresividad, los malos modos y la intimidación contra quienes se resisten más o menos a llevar la mascarilla, y el desprecio absoluto por las razones que puedan asistirles, están ya a la orden del día.
Pues resulta que no es el efecto principal, pero sí el secundario. La gente que no lleva la mascarilla no tiene nada de alabable, no es como una mujer que se niega a llevar el hijab en Irán y acaba en prisión. 

No sois héroes, sois la misma gentuza que dice que el condón les corta el rollo y van por ahí haciendo stealthing.

Tengo una idea fantástica: cuando se os cruce una persona sin mascarilla a menos de dos metros, lanzadle un escupitajo a la cara, como muestra de solidaridad - al fin y al cabo quieren demostrar que no le tienen miedo al covid-19.

viernes, julio 17, 2020

Manual del escéptico (Vol II)

Antes de que existieran las redes sociales, eran tremendamente populares las cadenas de mensajes, una molestia que plagaba las bandejas de entrada con historias inverosímiles y variopintas dadas por ciertas. Yo solía contestar al remitente (y en ocasiones también al resto de desafortunados receptores, puesto que los asiduos de las cadenas no solían ser muy amigos del BCC) con un mensaje abnegado en el que explicaba por qué lo que acababa de reenviar era una memez sin sentido.

Hoy en día, aquel trabajo que yo hacía gratis (el Vol I) para mis amigos, se ha tornado negocio. El "fact checking", que es algo que me da escalofríos; por la falta de independencia. Hay gente que confía ciegamente en los autoproclamados adalides de la verdad y la neutralidad, cuando no son más que ramificaciones del entramado de los mass-media y el poder político.

Cualquiera podría pensar que soy un exagerado, que al fin y al cabo las agencias de verificación trabajan con hechos y datos que están disponibles para que cualquiera compruebe que no están mintiendo. Pero no hace falta mentir (en el sentido de inventarse o cambiar hechos) para manipular la opinión pública, basta con ser selectivo con qué partes de la realidad quieres mostrar, o cuáles quieres enfatizar y a cuáles quieres restar importancia.

Por ejemplo, una agencia de verificación puede poner especial énfasis en poner en primera plana todos los bulos de cierta orientación política, para crear la impresión de que toda la información que llega relacionada con esa línea de pensamiento es falsa. También pueden omitir por completo aquellos contenidos virales que sean ciertos, si van en contra de sus intereses editoriales. O pueden centrarse en una discrepancia menor (p.e. el "bulo" cita un 95% y se verifica que es un 90%) para catalogarlo como falso, y sólo si uno se toma la molestia de indagar descubre que el desmentido es realmente una matización.

Así que, ¿Quién verifica a los verificadores? Desgraciadamente nos encontramos por nuestra cuenta, el pensamiento independiente es por definición solitario.

El único consejo que puedo darte es que no te fíes de nadie. Y de mí el que menos.