domingo, mayo 16, 2021

Cómo voté en las pasadas elecciones

El 4 de Mayo es el día de Star Wars, pero en Madrid también hubo elecciones al gobierno de la Comunidad.

Alguna vez que otra (aquí y aquí, seguramente alguna más que se me haya escapado) ya he hablado sobre que la democracia tal y como la experimentamos en la mayoría de los países tiene poco de democrática; y también he expresado mi tremendo malestar con todos los políticos.

Eso me llevó a practicar el abstencionismo activo durante los últimos 15 años (así a ojo), como forma de expresar mi disconformidad con el sistema, pero estas últimas elecciones eran bastante significativas por la jarana que se estaba montando, así que decidí hacer una excepción. Pero ¿cómo votar sin luego sentirme sucio?

Si algo tenía claro es que el extremismo ya la polarización del panorama político últimamente están haciendo más daño que el bipartidismo de toda la vida, así que ideé el siguiente esquema: escogí las papeletas de PSOE, PP, Ciudadanos y Más Madrid, como representantes de la izquierda/derecha más o menos moderada y las metí en sobres. Mi hermano me insistió en que por lo que más quisiera no le diese mi voto a Ayuso, que prefería que votase a VOX antes que al PP; así que permuté esas papeletas muy a mi pesar por no darle un disgusto. Añadí un papelote que ponía en letras rojas bien grandes "NO HAY DEMOCRACIA" a otro sobre (no me gusta malgastar un buen chorizo en estas cosas) y me dirigí al colegio electoral.

Después de esperar una bonita cola en La Fiesta de la Democracia (que cayó en martes), me encontraba delante de la urna. Barajé los sobres, escogí uno al azar y lo metí en la urna. Acto seguido tiré los demás a la papelera y me fui de allí sin volver la vista atrás.

Así que voté, pero sólo sé con un 20% de certidumbre a quién (o si fue nulo). Creo que por el momento sigo con la conciencia tranquila. En las próximas elecciones quizá pruebe con alternativas más exóticas, se admiten sugerencias.

lunes, mayo 10, 2021

Mindfulness y minimalismo

I

Creo que no sería ninguna sorpresa si os digo que normalmente tengo problemas para concentrarme, que seguramente padezca de déficit de atención e hiperactividad aunque nunca me lo hayan diagnosticado (porque en mi generación no hacía falta recurrir al especialista para estas cosas, el tratamiento eran dos buenas hostias - que siendo sinceros sí que surtían efecto durante un rato más o menos largo).

Hace unos 6 años estaba en Las Vegas con mi buen amigo Sherwin, que es mi mejor mala influencia. Después de una racha bastante intensa de alcohol y blackjack, me estaba entrando el asobine. así que anuncié mi disposición de irme al sobre. Como buen diablillo de los que aparecen en el hombro ante una decisión, mi colega intentó disuadirme y me ofreció una pirula maravillosa: Adderall, el medicamento que hace funcionar Silicon Valley.

Para aquellos que no estéis familiarizados, Adderall es un medicamento para tratar el ADHD (Attention Deficit Hyperactivity Disorder) y en EEUU lo recetan como si fuesen Pastillas Juanola. El principio activo es similar a las anfetas o la farlopa, pero si se lo dan a los niños pensé que tampoco podía ser tan malo, así que partí la rula por la mitad y me la tomé con un mojito.

Hizo efecto bastante rápido y recuerdo ser invadido por una sensación de serenidad absoluta. Me sentía completamente anclado al presente. Mi mente normalmente siempre está divagando entre el pasado (arrepentimientos, frustraciones) y el futuro (incertidumbres, dudas), dejando las migajas de atención que quedan para tratar con lo que sea inmediatamente actual. De repente sentí que todo esa capacidad para concentrarme estaba disponible para la tarea que me tenía ocupado, que era emborracharme y perder dinero al blackjack, cosa que hice muy eficientemente hasta las 6 de la mañana.

En aquel viaje palmé unos 600$ en los casinos, pero me gusta pensar que fue una inversión en auto-descubrimiento y en hacer bonding con Sherwin.

Durante los meses siguientes fui capaz de evocar aquel estado de concentración sobrehumana en cierta medida, sin necesidad de tomar ninguna sustancia. Es difícil de explicar, pero creo que lo más parecido sería recordar una canción en tu cabeza; no necesitas estar escuchándola pero de algún modo puedes oírla y sentir algo muy similar... Pero con el tiempo se va olvidando y acabé perdiendo esa capacidad.

II

Tres años después me encontraba viajando de mochilero por Tailandia. Ya llevaba mucho trote a mis espaldas y el agotamiento acumulado me estaba pasando factura, así que decidí tomármelo con calma en Chiang Mai. Encontré un albergue barato y me apalanqué allí durante casi un mes, mi rutina era comer pad thai, pasear, hacer fotos y leer ebooks que tenía acumulados en el tablet.


Uno de esos ebooks iba sobre mindfulness. Nunca he sido especialmente dado a la espiritualidad, meditación, yoga, ni cosas hippies por el estilo, pero visitando tanto templo budista a uno le acaba picando al curiosidad y decidí que podía darle una oportunidad a la versión más "científica" del asunto.

Así que durante casi un mes, durante los ratos muertos en mi catre me ponía a leer y practicar los ejercicios. Poco a poco empecé a recordar y evocar de nuevo aquella sensación que experimenté por primera vez Las Vegas bajo la influencia del Adderall.

Siguiendo la metáfora que hice en el apartado anterior, si el Aderall era como escuchar una canción y luego ser capaz de recordarla durante un tiempo, con el mindfulness estaba aprendiendo a tocar mi propia música.

Pero al igual que tocar un instrumento musical, es algo que requiere práctica y constancia. Cuando dejé de hacerlo habitualmente, volví a perder la capacidad de estar en ese estado de serenidad y presencia en el momento.

III

Pasa el tiempo y nos encontramos con una pandemia bastante maja. Para algunos es el fin del mundo (montones de gilipollas diciendo que les han robado la juventud... Que sólo tenéis que quedaros en vuestra puta casa, a una trinchera os mandaba yo, hijos de puta); y para otros es una oportunidad de reinventarse, de recuperar cosas que habíamos olvidado, de simplificar.

Yo en concreto aproveché para hacer algunas cosillas que tenía pendientes, como programar un juego o aprender (más o menos) a hacer modelado y animación 3D, leer algún libro que me recomendó mi padre hace más de 20 años, intentar ponerme otra vez en forma y sobre todo hacer limpieza.

Cuando estuve viajando por el mundo llegué a acarrear una mochila de más de 15 Kg en un momento dado, lo cuál era un inconveniente enorme no sólo por el peso, sino por la complicación de que cuando la deshaces tienes que hacer malabarismos para volver a meterlo todo, de intentar disimularla como equipaje de mano y rezar para que no te la pesen, de tener que andar sacando todo para encontrar algo que tienes en el fondo...

Al decidir que el viaje estaba llegando a su fin, empecé a soltar lastre. Primero fueron unos pantalones que quedaron teñidos de rojo sangre por culpa de las sanguijuelas. Después el kit de snorkeling, que dejé en un albergue en Bangkok. Después unas zapatillas que ya habían dado todo de sí... Es una lástima que sólo al final me diese cuenta de que de todo lo que había en mi mochila, era precisamente el espacio vacío lo que más feliz me hacía.

Las cosas materiales que llevamos con nosotros no sólo ocupan un espacio físico, también ocupan espacio en nuestra mente. Tener muchas cosas nos obliga a tener ciertas responsabilidades hacia ellas; buscarles un sitio y recordar cuál es (o desesperarnos al no encontrarlas), mantenerlas en buen estado, escoger entre varias de ellas que cumplen una función similar (fatiga de decisión), nos distraen cuando se cruzan en nuestro día a día...

Desde entonces me he deshecho de lo siguiente:

  • 5 monitores
  • 3 tablets Android
  • 4 ordenadores portátiles
  • 2 ordenadores de sobremesa
  • 2 cámaras de fotos digitales
  • 2 cámaras de fotos de película
  • 12 objetivos fotográficos
  • 5 teléfonos móviles
  • 1 cámara de vídeo Betamax
  • 1 proyector de 8mm
  • 2 mochilas para equipo fotográfico
  • 1 PSP y 22 juegos
  • 1 teclado Yamaha
  • ... y mucha más mierda

Algo parecido me ha pasado con los cuadernos de notas. Tenerlos a mano es una tentación constante para hojearlos. No sé cuántas veces he podido releer viejas anotaciones sobre tareas que ya he completado y ya no sirven para nada, simplemente porque estaban encima de la mesa.



Por el momento no he echado nada de menos. Es importante recordarse eso, porque muchas veces tenemos miedo a dejar marchar las cosas, pensando que en algún momento podremos volver a necesitarlas, pero normalmente no es el caso.


No puedo garantizar que nada de lo que os he contado aquí os vaya a funcionar a vosotros, ni siquiera estoy seguro de si me funciona a mí; pero espero que al menos os animéis a experimentar, ahora que tenemos tiempo.

viernes, abril 30, 2021

Perfiles Covid-19 (Vol III): artistas

Estaba pensando en empezar con Miguel Bosé, pero me siento abrumado. Uno no sabe si sentir odio o lástima hacia este muñeco roto. Lo mejor que le podía haber ocurrido es pasar a la historia como Jim Morrison o Sid Vicious.

Así que vamos a entrar en faena con Love of Lesbian. Hace poco dieron un concierto que se catalogó como "experimento", donde juntaron a 5000 retrasados con mascarillas, pero sin respetar el distanciamiento social. El titular de la noticia dice El concierto de Love of Lesbian indica que los actos masivos pueden ser seguros.

Esa es la conclusión que sacan. Tócate los cojones. En lugar de "los cribados masivos funcionan para saber si la gente es contagiosa" te dicen que los actos masivos pueden ser seguros. Porque creo que todos sabíamos ya que el virus no se manifiesta ex-nihilo entre gente que no está infectada.

Es como si haces pruebas de enfermedades venéreas a 100 personas, dan todos negativo, les metes en una orgía follando todos con todos a pelo y luego dices que nadie se ha contagiado, que el sexo sin protección es seguro.

Han creado una falsa sensación de seguridad con el único fin de promover una actividad económica, que en tiempos de pandemia cuesta vidas.

La realidad es que a efectos prácticos es imposible saber en todo momento si la gente está infectada o no. En una situación excepcional puedes hacer pruebas a 5000 personas, pero eso es insostenible. Lo más efectivo sigue siendo errar en el lado de la precaución y asumir que cualquiera puede estar contagiado.

A los artistas les importa una mierda tu salud, sólo quieren tu dinero.

miércoles, marzo 10, 2021

En contra del foto-realismo en los juegos

¿Cuánta fidelidad gráfica es necesaria en los juegos?

A la vista de cómo ha evolucionado la industria, parece ser que es obvio que nunca es suficiente, puesto que año tras año aparecen títulos que nos dejan la boca abierta con gráficos que parecen cada vez más realistas.

Recuerdo que cuando jugaba a la Atari 2600, aquellos pistoleros hechos con unos 10x10 pixels (así a ojo) me parecían una representación perfectamente válida de la realidad.


Cuando vi la GameBoy de mi primo, el Contra me pareció algo sencillamente espectacular:

Y cuando mis padres me compraron una NES, en el juego Darkman me parecía que era imposible hacer unas texturas de ladrillo y roca más realistas que éstas (¡por no hablar de la música!):

Después llegó el PC a casa y con él el Wolfenstein 3D... ¡Eso sí que era inmersión!


Recuerdo que cuando le dije a mi hermano que había oído hablar de un juego que se llamaba Doom y que era como el Wolfenstein pero mejor, me dijo que eso era imposible... Y claro, cuando lo arranqué, flipamos en colores:

Podría seguir generación tras generación de videojuegos, con el Duke Nukem 3D, el Quake, el Half Life, etc. pero creo que ya os váis haciendo a la idea... La sensación de asombro ha sido siempre la misma. Estábamos contentos con lo que teníamos, hasta que nos enseñaban lo que podíamos tener y entonces aquello que tanto nos gustaba de repente pasaba a ser viejo y feo.

Y ahora nos encontramos en 2021, en un momento en el que:
a) Hacer un videojuego AAA es una empresa costosísima y arriesgada, que requiere una inversión mucho mayor que los mayores estrenos de Hollywood y además crea problemas de salud a los desarrolladores (buscad en Google "videogame development crunch" para saber de lo que hablo).
b) El boom de las criptomonedas y los problemas en las cadenas de producción derivados de la pandemia causada por el cov-sars-2 han creado un vacío enorme en el mercado de tarjetas gráficas. Se están vendiendo tarjetas de gama media de 2018 a precios desorbidatos, porque literalmente no hay stock en ninguna parte.

Lo cuál nos lleva a plantearnos lo siguiente: ¿Es necesario seguir rompiendo los límites de lo que es posible en gráficos cada año, si en cada momento dado la tecnología contemporánea nos parece realista? ¿Cuál es el sentido de hacerlo, si para los estudios cada vez es más difícil rentabilizarlo y para los jugadores casi imposible disfrutarlo por la escasez de hardware?

Ahí lo dejo. Cuando en la industria se dé cuenta en un par de años, podréis decir que lo visteis primero en el blog del tito Fortran.