Últimamente casi no escribo porque me he apuntado al gimnasio y me he vuelto un mascachapas del quince, así que apenas tengo tiempo para blogear... pero voy a contar una pequeña anécdota que me pasó hace unos días.
Cuando me estaba poniendo las zapatillas en el vestuario después de ducharme me di cuenta de que tenía un cacho de mierda en la suela. El resto debía estar en esos momentos repartido entre la cinta de correr, los pedales de la bicicleta estática y los patines de la elíptica.
Al salir, me acerqué a un estanque de patos que hay al lado, para ver si remojando un poco la suela se desincrustaba el ñordo. Así que para no perder el equilibrio y caerme, me fui a apoyar con la mano en el bordillo del estanque y... la puse encima de una mierda de pato. Y bien fresca que estaba, que me embadurnó toda la manga.
Si a eso le sumamos que justo hace un mes no sé cómo me encontré con mierda hasta la altura del tobillo en el pantalón, creo que voy a tener una suerte tremenda para los próximos años.