- Hmmm... tengo frío... no me puedo mover bien... ah, estoy en mi saco de dormir... ¿qué es esto que me estoy clavando? es mi abrigo, tengo el walkman en el bolsillo... ¿y ese ruido? - plonk, plonk, plonk... ¡plonk!... plonk, plonk, plonk... ¡plonk!... plonk, plonk, plonk... ¡plonk!... - Alguien está jugando al baloncesto ahí fuera... la canasta debe estar en el otro lado del muro. ¿Dónde dejé mis zapatillas? el salón... están en el salón... el suelo está frío... por suerte, tengo los calcetines puestos... ¿mojado? ¿qué cojones acabo de pisar? hay un cubo de fregar al lado... voy a cambiarme los calcetines y a calzarme.
Abro la puerta y salgo al campo. Ahí fuera están las dos perras. La bastarda rottweiler de ochenta kilos a la que no había visto hasta ahora me mira y empieza a gruñir. Lentamente retrocedo hasta la casa y cierro la puerta detrás de mí. Al cabo de unos minutos llegan Omar y Javi de jugar al baloncesto al otro lado de la casa. Salgo con ellos y la perra parece no prestarme más atención. Es todo un alivio.
Salieron algunos más y nos pusimos a desayunar unos croisants de chocolate. Después nos pusimos a recoger las cosas de la cena. Tengo el perolo vació de la sangría, sólo con los restos de fruta en el fondo. Miro a las perras. Vuelvo a mirar los restos de fruta empadados en alcohol. Vuelvo a mirar a las perras y les lanzo un par de piezas. Hay una diferencia fundamental entre perros y gatos que hace que yo me decante por los primeros: los perros son unos borrachuzos.
Una vez se hubieron levantado el resto de la gentecilla, nos pusimos a... comer. Preparar comida para doce personas es complicado, sobre todo cuando la cocina es pequeña y se meten seis personas en ella. Así que sucedió lo inevitable: como somos gente muy educada y no nos gusta que unos empiecen antes que otros, a los que les tocaron los platos hechos al principio tuvieron que comer frío.
A la hora de fregar los platos, alguien me miró a mí y dijo "que frieguen los que no han hecho nada". ¡Pero serás joputa! ¡Seis personas en una puta cocina de mierda no son seis personas cocinando! En fin, no sirve de nada que ahora me cague en la puta madre de todo el mundo, y además estaría muy feo, pero fregar los platos de arroz con tomate de doce personas en una pila que había en el exterior de la casa y con el agua gélida es algo que no olvidaré en mucho tiempo. Sobre todo porque el resto de la gente estaba tocándose los huevos. Hijos de puta...
A diario ocurren muchas gilipolleces graciosas que contarle a los colegas. A veces simplemente uno tiene ganas de pegar un par de gritos porque está harto de todo. En ocasiones sólo se busca provocar. Para todo eso está este blog.
sábado, marzo 26, 2005
lunes, marzo 21, 2005
más de pueblo que las amapolas (II)
Nos acercamos a la hoguera, en torno a la cual están reunidos el resto de colegas. Saludamos y nos metemos en la casa a dejar el equipaje (el saco de dormir, básicamente).
Volvemos a la hoguera, a sentarnos tranquilamente alrededor del fuego. No hay sillas para todos, así que habría que ir a la casa a por más... es demasiado trabajo, un adoquín y unos tocones que hay a mano harán de asiento para los menos remilgados.
Nos sentamos a calentarnos un poco y a echar unos traguillos. Se está muy bien con los cubatillas alrededor del fuego... si no fuese porque éste va menguando. Hay que echar más leña. Por lo visto tenemos que cotarla nosotros mismos con un hacha de unos maderos ya talados. ¡Cojonudo, dadme un hacha que ya voy borracho!
Al grito de ¡ORIEEEEENT! me lanzo como un salvaje, hacha en mano, a por los leños. Mi furia bárbara acaba con ellos al instante (o al menos eso es lo que me parece a mí). Todavía me sorprendo cuando miro hacia abajo y veo que tengo todos los dedos de los pies. No tarda alguien en venir a pedirme el hacha... por lo visto los objetos peligrosos son para los borrachos como los lapiceros para los tontos.
Ya tenemos un fuego hermosote, así que esperamos pacientes a que se vayan formando las brasas. Cuando se van extinguiendo las llamas alguien repara en que hay que montar una plataforma para colocar las parillas... Coño, que son normas básicas, eso se hace antes, también por seguridad. Colocamos unos ladrillos alrededor de la hoguera intentando quemarnos lo menos posible.
Le pegamos cuatro leches bien dadas a las maderas que aún arden para que se rompan y formen las brasas rápidamente. Colocamos las parrillas sin demasiados remilgos ni limpiezas previas... que lo que no mata engorda y esto no es ningún campamento de nenazas.
Había unos 4 kilos de panceta para asar, por lo que se intentó empezar a despachar lo antes posible en las dos parrillas. No tardan en surgir las disputas, ya que uno de los presentes tiene algún problemilla con la panceta (por eso de las grasas, creo, a lo mejor al final sí que va a ser un campamento de nenazas)... en fin, que el menú alternativo para el chico consiste en choricillos y sardinas.
La solución inteligente al problema es destinar una de las parrillas a hacer chorizos mientras que la otra sigue con la panceta y dejar el pescado para el final, ya que como todos sabemos, una vez que has frito pescado en una parrilla todo lo que frías después va a tener sabor a pescado. No sé cuántas veces pude decirlo. No sé si se podría gritar más alto. El caso es que vaya usted a saber por qué, a alguien se le metió en los cojones que había que hacer el puto pescado antes que el chorizo. Olé tus huevos, intrépido cocinero. Ya has demostrado que eres más chulo que nadie y que se tiene que hacer tu voluntad, aun cuando el interesado dijo explícitamente que le daba igual comer antes el chorizo.
El desaguisado culinario se intentó camuflar con abundantes dosis de alcohol. Y la cosa surtió efecto, oiga. Pero para lo del frío la cosa no es tan sencilla... no sé cómo se lo montan los rusos con el vodka, pero yo seguía congelado. Por eso muchos de nosotros arrimábamos los pies a las brasas... hasta que empezaba a oler a goma quemada.
Mientras algunos nos colocábamos oliendo los vapores de nuestras zapatillas, a Nacho se le ocurrió sacar la guitarra para amenizar la velada. La idea estuvo guay, si no fuese porque él tocaba y luego cada uno cantaba lo que mejor le parecía. Yo seguía bebiendo. Hubo un momento en el que mis aburguesados amigos y yo nos pusimos a cantar canciones revolucionarias.
Cuando se extinguió por completo se pensó que una buena idea sería meter las brasas en una gran marmita a modo de brasero y llevarla dentro de la casa para que calentase algo el ambiente. Entramos todos en la casa y empezaron a poner música. Yo estaba bastante cocido y me tumbé en el sofá, intentando echar alguna cabezada entre el jaleo. No hubo manera.
Una vez se hubo calmado el ambiente, nos distribuimos por las camas. Me asignaron una litera que daba un poco de yuyu... era muy estrecha, muy alta y sin ningún tipo de elemento para prevenir caidas. Solicité un traslado a algo más cerca del suelo y me tocó un colchón al lado de la perola de las brasas. El ambiente estaba un poco cargado por el humo, lo cual también acojona un poco cuando uno está a ras de suelo. Para evitar posibles asfixias sacamos el perolo y abrimos las ventanas de par en par para que se ventilase la casa. Al final hacía frío y olía a humo.
A partir de aquí cada uno tiene una versión distinta de la noche, según dónde estuviese durmiendo. Le he pedido a varios de los allí presentes que me contasen lo que sucedió desde su perspectiva, y aquí van algunos relatos:
Figura's Night
* La misma litera en la que yo me negué a dormir, por la altura, la estrechez y la poca distancia con el techo. Qué huevos, Javi.
** Lo que el Figura pretende decir es "más frío", así que "seguro que menos" (temperatura).
Quedan más relatos de otros protagonistas, y la narración de las peripecias que acontecieron al despertarnos y al volver a nuestras casas... joder, qué chollo, ¡esto da para un par de posts más!
Volvemos a la hoguera, a sentarnos tranquilamente alrededor del fuego. No hay sillas para todos, así que habría que ir a la casa a por más... es demasiado trabajo, un adoquín y unos tocones que hay a mano harán de asiento para los menos remilgados.
Nos sentamos a calentarnos un poco y a echar unos traguillos. Se está muy bien con los cubatillas alrededor del fuego... si no fuese porque éste va menguando. Hay que echar más leña. Por lo visto tenemos que cotarla nosotros mismos con un hacha de unos maderos ya talados. ¡Cojonudo, dadme un hacha que ya voy borracho!
Al grito de ¡ORIEEEEENT! me lanzo como un salvaje, hacha en mano, a por los leños. Mi furia bárbara acaba con ellos al instante (o al menos eso es lo que me parece a mí). Todavía me sorprendo cuando miro hacia abajo y veo que tengo todos los dedos de los pies. No tarda alguien en venir a pedirme el hacha... por lo visto los objetos peligrosos son para los borrachos como los lapiceros para los tontos.
Ya tenemos un fuego hermosote, así que esperamos pacientes a que se vayan formando las brasas. Cuando se van extinguiendo las llamas alguien repara en que hay que montar una plataforma para colocar las parillas... Coño, que son normas básicas, eso se hace antes, también por seguridad. Colocamos unos ladrillos alrededor de la hoguera intentando quemarnos lo menos posible.
Le pegamos cuatro leches bien dadas a las maderas que aún arden para que se rompan y formen las brasas rápidamente. Colocamos las parrillas sin demasiados remilgos ni limpiezas previas... que lo que no mata engorda y esto no es ningún campamento de nenazas.
Había unos 4 kilos de panceta para asar, por lo que se intentó empezar a despachar lo antes posible en las dos parrillas. No tardan en surgir las disputas, ya que uno de los presentes tiene algún problemilla con la panceta (por eso de las grasas, creo, a lo mejor al final sí que va a ser un campamento de nenazas)... en fin, que el menú alternativo para el chico consiste en choricillos y sardinas.
La solución inteligente al problema es destinar una de las parrillas a hacer chorizos mientras que la otra sigue con la panceta y dejar el pescado para el final, ya que como todos sabemos, una vez que has frito pescado en una parrilla todo lo que frías después va a tener sabor a pescado. No sé cuántas veces pude decirlo. No sé si se podría gritar más alto. El caso es que vaya usted a saber por qué, a alguien se le metió en los cojones que había que hacer el puto pescado antes que el chorizo. Olé tus huevos, intrépido cocinero. Ya has demostrado que eres más chulo que nadie y que se tiene que hacer tu voluntad, aun cuando el interesado dijo explícitamente que le daba igual comer antes el chorizo.
El desaguisado culinario se intentó camuflar con abundantes dosis de alcohol. Y la cosa surtió efecto, oiga. Pero para lo del frío la cosa no es tan sencilla... no sé cómo se lo montan los rusos con el vodka, pero yo seguía congelado. Por eso muchos de nosotros arrimábamos los pies a las brasas... hasta que empezaba a oler a goma quemada.
Mientras algunos nos colocábamos oliendo los vapores de nuestras zapatillas, a Nacho se le ocurrió sacar la guitarra para amenizar la velada. La idea estuvo guay, si no fuese porque él tocaba y luego cada uno cantaba lo que mejor le parecía. Yo seguía bebiendo. Hubo un momento en el que mis aburguesados amigos y yo nos pusimos a cantar canciones revolucionarias.
Cuando se extinguió por completo se pensó que una buena idea sería meter las brasas en una gran marmita a modo de brasero y llevarla dentro de la casa para que calentase algo el ambiente. Entramos todos en la casa y empezaron a poner música. Yo estaba bastante cocido y me tumbé en el sofá, intentando echar alguna cabezada entre el jaleo. No hubo manera.
Una vez se hubo calmado el ambiente, nos distribuimos por las camas. Me asignaron una litera que daba un poco de yuyu... era muy estrecha, muy alta y sin ningún tipo de elemento para prevenir caidas. Solicité un traslado a algo más cerca del suelo y me tocó un colchón al lado de la perola de las brasas. El ambiente estaba un poco cargado por el humo, lo cual también acojona un poco cuando uno está a ras de suelo. Para evitar posibles asfixias sacamos el perolo y abrimos las ventanas de par en par para que se ventilase la casa. Al final hacía frío y olía a humo.
A partir de aquí cada uno tiene una versión distinta de la noche, según dónde estuviese durmiendo. Le he pedido a varios de los allí presentes que me contasen lo que sucedió desde su perspectiva, y aquí van algunos relatos:
Figura's Night
Lo reconozco, yo quería acostarme con Javi, en su cama, pero tras recibir su negativa me dispuse a desenrollar mi saco de su funda. Nos acostamos, él en su cama y yo abajo, en el suelo, me tumbé dentro del saco y me di cuenta de que no era capaz de mantener todo el ron ingerido antes y fue cuando, linterna encencida en mano, mantuve una seria batalla contra mí mismo para no regurgitarme encima.
Mientras la linterna apuntaba a un cable negro que era la toma de luz de esa habitación, fue cuando me empecé a mosquear y comencé a decir en alto - Ehhhhhhh Javiiiiiiii que hay una cucaracha en el techo, cabrón, justo encima de miiii - a lo que me contestó - Pero cabrón ¿quieres acostarte ya? no es una cucaracha. - El caso es que no me lo creí y seguí chillandolo hasta que al día siguiente me convencí de que efectivamente era un cable ancho para una toma de luz.
Un poco mas tarde cedí en mi lucha y por si Javi tenía frío le puse una manta Lo Monaco de vómito por encima de las demás; él intuyó el desastre y me preguntó si le habia vomitado en la cama y yo borracho le prometí que no. Al confirmar que me confundí, me preguntó si al menos había podido evitar rociar el colchón que tenía debajo de mi saco, a lo que respondí lo mismo. Y volví a errar. Él, exasperado, se fue a intentar dormir entre dos sillas, estirado y tenso, estilo fakir, y yo medio muerto, borracho, congelado y con cargo de conciencia fui a prestarle mi saco para q no se helara. Tras su segunda negativa de la noche, se comenta que se mudo a una litera* y que después de media hora en ella, acabo en el altillo acojonado de frio y miedo y se puso a recoger la mierda de los demás ya con los primeros rayos del Sol.
Antes de eso, también fui a buscarle y dada mi consternacion, le pregunté ese mítico: Javi, ¿estas bien? - A lo que el me respondió - ¡Pero joputa! ¿y me lo preguntas tú? ¿eso no debería decírtelo yo? - en el apartado de rumores, agregaré que Iván (el chapas) fantasea aun con la idea de creerse el mismo que le desperté con el sonido de mis efluvios al caer sobre la cama de Javi, a lo que yo alego que eso es imposible: las mantas absorben la mayor parte del sonido.
No he pasado más frío en mi vida que aquel día, limpiando parte de lo desechado en esas condiciones, en camiseta y escuchando sólo el sonido de mi mandíbula repicando de frío, estaríamos a -6 ó así; ya que me molesté en ver las temperaturas en el teletexto al llegar a casa y dado q eso era un páramo infame, pues seguro que más**.
Sr. Fortran, así fue y así se lo hemos contado.
* La misma litera en la que yo me negué a dormir, por la altura, la estrechez y la poca distancia con el techo. Qué huevos, Javi.
** Lo que el Figura pretende decir es "más frío", así que "seguro que menos" (temperatura).
Quedan más relatos de otros protagonistas, y la narración de las peripecias que acontecieron al despertarnos y al volver a nuestras casas... joder, qué chollo, ¡esto da para un par de posts más!
miércoles, marzo 09, 2005
más de pueblo que las amapolas (I)
Volvemos con una batallita, aunque no está muy fresca, ya que relataré lo acontecido el fin de semana pasado en la finca de mi colega Jagore... se trata de una escapada rústica al más puro estilo "road movie".
La cosa no empezó con muy bien pie. Una gran desorganización a la hora de hacer las compras. Siempre nos pasa lo mismo... abundante alcohol y escasa comida. Que por otra parte, yo no me quejo, pero como muchos otros, prefiero beber con el estómago lleno.
El plan era que la mayoría de la gente iría allí al medio día y tres más llegaríamos por la tarde. Omar y yo teníamos que ir a recoger a Nacho a Leganés, ciudad en la que paso la mayor parte de mi vida y sólo conozco la Universidad y La Cubierta. Conseguimos llegar no demasiado tarde, y yo ya tenía unas cuantas llamadas perdidas de Nacho en el móvil (lo tenía apagado, ya que estaba casi sin batería) que se estaba congelando esperándonos.
Fuimos hasta el barrio a recoger el equipaje de Nacho y Omar y a pirarnos en el coche de Nacho, que es más grande que el Ibiza Makinero.
Nos subimos al coche. Nos asalta una duda:
- Oye... ¿cómo se llama el pueblo de Javi?
- Hmmm... ¿Serradilla?
- No jodas, ese es el de Extremadura.
- ¿Y no íbamos a Extremadura?
- No, coño, vamos al otro pueblo, que está en Toledo.
- Ya me parecía a mí un poco lejos para un solo día...
- Entonces... ¿cómo cojones se llama el pueblo?
- Ni puta idea.
- Cojonudo.
- ¿No lo sabías tú? Que eres el que conduce, tío.
- Qué va, anda saca el mapa y llamad a alguno de éstos.
- Que llame Omar, que yo estoy ya casi sin batería... (y sin saldo)
- Joder, tío, el Dani lo tiene apagado o fuera de cobertura...
- Llama al Toad...
- Tampoco.
- Joder, pues llama a Javi.
Al cabo de un rato, nos llama Dani:
- Tío, ¿que cómo se llama el pueblo?... Méntrida
- Coño, Méntrida, si me suena... Lo tengo localizado.
- Dice que se tarda unos tres cuartos de hora...
- Dile que en veinte minutos estamos allí.
Se pone en marcha la máquina infernal y nosotros con ella. Vamos escuchando a Los Panchos, cuando suena el móvil de Omar:
- ¿Que pillemos velas?
- ¿Estos tíos qué cojones se han fumado?
- Diles que ya hemos pasado Alcorcón, que no paramos ni de coña.
- Oye dile que te vaya diciendo cómo hacemos para llegar a la finca desde Méntrida...
- Han colgado.
Al cabo de 20 minutos llegamos a Méntrida. Hay llamada al móvil de alguno, para que nos indiquen. No nos aclaran nada. Nos guiamos por nuestro instinto. Nos llaman. Que vayamos a la entrada del pueblo.
Después de esperar un rato, aparecen nuestros colegas. Les seguimos. Nuestro instinto nos había servido muy bien (como a Luke Skywalker) y sólo al final nos habíamos despistado, pero estábamos bastante acertados en el camino que habíamos tomado. Llegamos a un camino de tierra, y Javi nos aconseja que dejemos el camino antes de bajar hasta la casa, ya que si llueve sería prácticamente imposible sacar el coche del barrizal. Hacemos el resto del camino andando.
Por el camino Iván comenta algo sobre las perras de Javi. Por lo visto tiene una bastarda de Rottweiler que pesa ochenta kilos. Eso acojona un poco.
Cuando llegamos a la cancela, hay una perraca enorme que nos recibe ladrando.
- ¿Y ésta es la perra bastarda?
- No, ésta es la pequeña.
- Ahm.
La otra perra no dio señales de vida en toda la noche (estaba por ahí durmiendo), pero Luna, la pequeña, se mostró bastante cariñosa.
La finca de nuestro colega Javi estaba bastante aislada de la civilización, sin agua corriente, sin electricidad, sin gas... "Cojonudo, Aventura en África" pensé. Pues no, estaba muy equivocado... en África no hace un frío de tres pares de pelotas. Aquí los grajos volaban a trompicones, qué narices, es que ni siquiera despegaban.
La noche no había hecho más que empezar...
La cosa no empezó con muy bien pie. Una gran desorganización a la hora de hacer las compras. Siempre nos pasa lo mismo... abundante alcohol y escasa comida. Que por otra parte, yo no me quejo, pero como muchos otros, prefiero beber con el estómago lleno.
El plan era que la mayoría de la gente iría allí al medio día y tres más llegaríamos por la tarde. Omar y yo teníamos que ir a recoger a Nacho a Leganés, ciudad en la que paso la mayor parte de mi vida y sólo conozco la Universidad y La Cubierta. Conseguimos llegar no demasiado tarde, y yo ya tenía unas cuantas llamadas perdidas de Nacho en el móvil (lo tenía apagado, ya que estaba casi sin batería) que se estaba congelando esperándonos.
Fuimos hasta el barrio a recoger el equipaje de Nacho y Omar y a pirarnos en el coche de Nacho, que es más grande que el Ibiza Makinero.
Nos subimos al coche. Nos asalta una duda:
- Oye... ¿cómo se llama el pueblo de Javi?
- Hmmm... ¿Serradilla?
- No jodas, ese es el de Extremadura.
- ¿Y no íbamos a Extremadura?
- No, coño, vamos al otro pueblo, que está en Toledo.
- Ya me parecía a mí un poco lejos para un solo día...
- Entonces... ¿cómo cojones se llama el pueblo?
- Ni puta idea.
- Cojonudo.
- ¿No lo sabías tú? Que eres el que conduce, tío.
- Qué va, anda saca el mapa y llamad a alguno de éstos.
- Que llame Omar, que yo estoy ya casi sin batería... (y sin saldo)
- Joder, tío, el Dani lo tiene apagado o fuera de cobertura...
- Llama al Toad...
- Tampoco.
- Joder, pues llama a Javi.
Al cabo de un rato, nos llama Dani:
- Tío, ¿que cómo se llama el pueblo?... Méntrida
- Coño, Méntrida, si me suena... Lo tengo localizado.
- Dice que se tarda unos tres cuartos de hora...
- Dile que en veinte minutos estamos allí.
Se pone en marcha la máquina infernal y nosotros con ella. Vamos escuchando a Los Panchos, cuando suena el móvil de Omar:
- ¿Que pillemos velas?
- ¿Estos tíos qué cojones se han fumado?
- Diles que ya hemos pasado Alcorcón, que no paramos ni de coña.
- Oye dile que te vaya diciendo cómo hacemos para llegar a la finca desde Méntrida...
- Han colgado.
Al cabo de 20 minutos llegamos a Méntrida. Hay llamada al móvil de alguno, para que nos indiquen. No nos aclaran nada. Nos guiamos por nuestro instinto. Nos llaman. Que vayamos a la entrada del pueblo.
Después de esperar un rato, aparecen nuestros colegas. Les seguimos. Nuestro instinto nos había servido muy bien (como a Luke Skywalker) y sólo al final nos habíamos despistado, pero estábamos bastante acertados en el camino que habíamos tomado. Llegamos a un camino de tierra, y Javi nos aconseja que dejemos el camino antes de bajar hasta la casa, ya que si llueve sería prácticamente imposible sacar el coche del barrizal. Hacemos el resto del camino andando.
Por el camino Iván comenta algo sobre las perras de Javi. Por lo visto tiene una bastarda de Rottweiler que pesa ochenta kilos. Eso acojona un poco.
Cuando llegamos a la cancela, hay una perraca enorme que nos recibe ladrando.
- ¿Y ésta es la perra bastarda?
- No, ésta es la pequeña.
- Ahm.
La otra perra no dio señales de vida en toda la noche (estaba por ahí durmiendo), pero Luna, la pequeña, se mostró bastante cariñosa.
La finca de nuestro colega Javi estaba bastante aislada de la civilización, sin agua corriente, sin electricidad, sin gas... "Cojonudo, Aventura en África" pensé. Pues no, estaba muy equivocado... en África no hace un frío de tres pares de pelotas. Aquí los grajos volaban a trompicones, qué narices, es que ni siquiera despegaban.
La noche no había hecho más que empezar...
martes, marzo 01, 2005
nueve de cada diez personas son el noventa por ciento
La mayoría de la gente piensa que la mayoría de la gente es tonta.
Yo todavía no he hablado con ningún tonto.
¿Qué te hace tan especial para estar por encima del resto?
Yo todavía no he hablado con ningún tonto.
¿Qué te hace tan especial para estar por encima del resto?
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