Volvemos a la hoguera, a sentarnos tranquilamente alrededor del fuego. No hay sillas para todos, así que habría que ir a la casa a por más... es demasiado trabajo, un adoquín y unos tocones que hay a mano harán de asiento para los menos remilgados.
Nos sentamos a calentarnos un poco y a echar unos traguillos. Se está muy bien con los cubatillas alrededor del fuego... si no fuese porque éste va menguando. Hay que echar más leña. Por lo visto tenemos que cotarla nosotros mismos con un hacha de unos maderos ya talados. ¡Cojonudo, dadme un hacha que ya voy borracho!
Al grito de ¡ORIEEEEENT! me lanzo como un salvaje, hacha en mano, a por los leños. Mi furia bárbara acaba con ellos al instante (o al menos eso es lo que me parece a mí). Todavía me sorprendo cuando miro hacia abajo y veo que tengo todos los dedos de los pies. No tarda alguien en venir a pedirme el hacha... por lo visto los objetos peligrosos son para los borrachos como los lapiceros para los tontos.
Ya tenemos un fuego hermosote, así que esperamos pacientes a que se vayan formando las brasas. Cuando se van extinguiendo las llamas alguien repara en que hay que montar una plataforma para colocar las parillas... Coño, que son normas básicas, eso se hace antes, también por seguridad. Colocamos unos ladrillos alrededor de la hoguera intentando quemarnos lo menos posible.
Le pegamos cuatro leches bien dadas a las maderas que aún arden para que se rompan y formen las brasas rápidamente. Colocamos las parrillas sin demasiados remilgos ni limpiezas previas... que lo que no mata engorda y esto no es ningún campamento de nenazas.
Había unos 4 kilos de panceta para asar, por lo que se intentó empezar a despachar lo antes posible en las dos parrillas. No tardan en surgir las disputas, ya que uno de los presentes tiene algún problemilla con la panceta (por eso de las grasas, creo, a lo mejor al final sí que va a ser un campamento de nenazas)... en fin, que el menú alternativo para el chico consiste en choricillos y sardinas.
La solución inteligente al problema es destinar una de las parrillas a hacer chorizos mientras que la otra sigue con la panceta y dejar el pescado para el final, ya que como todos sabemos, una vez que has frito pescado en una parrilla todo lo que frías después va a tener sabor a pescado. No sé cuántas veces pude decirlo. No sé si se podría gritar más alto. El caso es que vaya usted a saber por qué, a alguien se le metió en los cojones que había que hacer el puto pescado antes que el chorizo. Olé tus huevos, intrépido cocinero. Ya has demostrado que eres más chulo que nadie y que se tiene que hacer tu voluntad, aun cuando el interesado dijo explícitamente que le daba igual comer antes el chorizo.
El desaguisado culinario se intentó camuflar con abundantes dosis de alcohol. Y la cosa surtió efecto, oiga. Pero para lo del frío la cosa no es tan sencilla... no sé cómo se lo montan los rusos con el vodka, pero yo seguía congelado. Por eso muchos de nosotros arrimábamos los pies a las brasas... hasta que empezaba a oler a goma quemada.
Mientras algunos nos colocábamos oliendo los vapores de nuestras zapatillas, a Nacho se le ocurrió sacar la guitarra para amenizar la velada. La idea estuvo guay, si no fuese porque él tocaba y luego cada uno cantaba lo que mejor le parecía. Yo seguía bebiendo. Hubo un momento en el que mis aburguesados amigos y yo nos pusimos a cantar canciones revolucionarias.
Cuando se extinguió por completo se pensó que una buena idea sería meter las brasas en una gran marmita a modo de brasero y llevarla dentro de la casa para que calentase algo el ambiente. Entramos todos en la casa y empezaron a poner música. Yo estaba bastante cocido y me tumbé en el sofá, intentando echar alguna cabezada entre el jaleo. No hubo manera.
Una vez se hubo calmado el ambiente, nos distribuimos por las camas. Me asignaron una litera que daba un poco de yuyu... era muy estrecha, muy alta y sin ningún tipo de elemento para prevenir caidas. Solicité un traslado a algo más cerca del suelo y me tocó un colchón al lado de la perola de las brasas. El ambiente estaba un poco cargado por el humo, lo cual también acojona un poco cuando uno está a ras de suelo. Para evitar posibles asfixias sacamos el perolo y abrimos las ventanas de par en par para que se ventilase la casa. Al final hacía frío y olía a humo.
A partir de aquí cada uno tiene una versión distinta de la noche, según dónde estuviese durmiendo. Le he pedido a varios de los allí presentes que me contasen lo que sucedió desde su perspectiva, y aquí van algunos relatos:
Figura's Night
Lo reconozco, yo quería acostarme con Javi, en su cama, pero tras recibir su negativa me dispuse a desenrollar mi saco de su funda. Nos acostamos, él en su cama y yo abajo, en el suelo, me tumbé dentro del saco y me di cuenta de que no era capaz de mantener todo el ron ingerido antes y fue cuando, linterna encencida en mano, mantuve una seria batalla contra mí mismo para no regurgitarme encima.
Mientras la linterna apuntaba a un cable negro que era la toma de luz de esa habitación, fue cuando me empecé a mosquear y comencé a decir en alto - Ehhhhhhh Javiiiiiiii que hay una cucaracha en el techo, cabrón, justo encima de miiii - a lo que me contestó - Pero cabrón ¿quieres acostarte ya? no es una cucaracha. - El caso es que no me lo creí y seguí chillandolo hasta que al día siguiente me convencí de que efectivamente era un cable ancho para una toma de luz.
Un poco mas tarde cedí en mi lucha y por si Javi tenía frío le puse una manta Lo Monaco de vómito por encima de las demás; él intuyó el desastre y me preguntó si le habia vomitado en la cama y yo borracho le prometí que no. Al confirmar que me confundí, me preguntó si al menos había podido evitar rociar el colchón que tenía debajo de mi saco, a lo que respondí lo mismo. Y volví a errar. Él, exasperado, se fue a intentar dormir entre dos sillas, estirado y tenso, estilo fakir, y yo medio muerto, borracho, congelado y con cargo de conciencia fui a prestarle mi saco para q no se helara. Tras su segunda negativa de la noche, se comenta que se mudo a una litera* y que después de media hora en ella, acabo en el altillo acojonado de frio y miedo y se puso a recoger la mierda de los demás ya con los primeros rayos del Sol.
Antes de eso, también fui a buscarle y dada mi consternacion, le pregunté ese mítico: Javi, ¿estas bien? - A lo que el me respondió - ¡Pero joputa! ¿y me lo preguntas tú? ¿eso no debería decírtelo yo? - en el apartado de rumores, agregaré que Iván (el chapas) fantasea aun con la idea de creerse el mismo que le desperté con el sonido de mis efluvios al caer sobre la cama de Javi, a lo que yo alego que eso es imposible: las mantas absorben la mayor parte del sonido.
No he pasado más frío en mi vida que aquel día, limpiando parte de lo desechado en esas condiciones, en camiseta y escuchando sólo el sonido de mi mandíbula repicando de frío, estaríamos a -6 ó así; ya que me molesté en ver las temperaturas en el teletexto al llegar a casa y dado q eso era un páramo infame, pues seguro que más**.
Sr. Fortran, así fue y así se lo hemos contado.
* La misma litera en la que yo me negué a dormir, por la altura, la estrechez y la poca distancia con el techo. Qué huevos, Javi.
** Lo que el Figura pretende decir es "más frío", así que "seguro que menos" (temperatura).
Quedan más relatos de otros protagonistas, y la narración de las peripecias que acontecieron al despertarnos y al volver a nuestras casas... joder, qué chollo, ¡esto da para un par de posts más!
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