El tema de las chavalas en la Escuela da para mucho, pero es algo secundario. Cuando viene el buen tiempo nuestra vida cambia sobre todo porque en lugar de intoxicarnos en la cafetería, salimos al patio a comernos unos bocatas mientras tomamos el solecito. A veces también los acompañamos con unas birrillas, pero sobre todo los acompañamos con entretenidas charlas sobre los temas más dispares. Ayer tocó la masturbación, un gran tema comodín donde los haya y que a mí me gusta mucho por el juego que da, y me prometí escribir un post recopilando material sobre el arte de las pajillas, pero mientras tanto, voy a hacer un pequeño resumen sobre lo que se habló hoy.
La cosa empezó mientras volvíamos al campus con los bocatas en la bolsa, cuando alguien comentó algo sobre el sistema educativo (lo típico de ESO vs EGB), y yo pensé que los niños que más estudiaban en el colegio luego eran unos fracasados... normal, coño, si necesitaban estudiar tan pronto, es que no iban a dar mucho más de sí. El caso es que yo era de los que se pasaban todo el día en el pasillo. Mi hermano ya estaba acostumbrado a verme castigado en los cambios de clase. Recuerdo cuando un día, lleno de orgullo me dirigí a mi madre y le dije:
-Mamá, hoy no me han echado de clase.He de añadir que en el instituto sólo me echaron una vez de clase, con la categórica sentencia de "piensa en lo que has hecho, y cuando estés dispuesto a pedir disculpas vuelve a la clase". Todavía me están esperando. En la universidad me tuve que ir yo una vez porque me estaba descojonando. Era una clase de Análisis Numérico. A Pablo (11811) y a mí se nos ocurrió analizar los números de una forma peculiar, que era encontrar todas las rimas posibles del estilo:
-¿CÓMOOOOO? ¿¿QUE HASTA HOY TE ECHABAN SIEMPRE??
-Hmmmmm... (visto así ya no suena tan bien).
- 1: que te folle un tuno.por supuesto, iban saliendo de forma desordenada, y cuando llegó el número cuatro, yo entendí mal lo que Pablo me dijo y no podía evitar descojonarme. Cuando conseguía relajar la musculatura de mi mandíbula y serenarme, me disponía a susurrárselo a mi compañero cuando me volvía a dar un ataque de risa. Intenté escribírselo, pero el efecto era el mismo. Me estaba partiendo por una gilipollez enorme. Resulta que en lugar de "pa' tu culo mi aparato" yo había entendido "por tu culo [se mueve] mi aparato". A veces las diferencias más sutiles hacen los cambios más radicales. En el descanso de la clase me disculpé con el profesor y le pedí que me recomendase bibliografía para la lección, porque no podía aguantar el resto de la clase con seriedad. Se lo tomó bastante bien (hay que decir que ese año suspendí Análisis Numérico).
- 2: (si a alguien se le ocurre una rima que me la mande).
- 3: te la meto del revés
- 4: pa' tu culo mi aparato.
- 5: por el culo te la hinco.
- 6: os la meto y no lo veis.
- 7: mi polla en tu ojete.
- 8: por el culo te la abrocho.
- 9: me la agarras y se mueve.
- 10: (aquí no me acuerdo, pero casi seguro que había algo).
- 11: mi polla es como el bronce.
- 12: (no estoy tan seguro de que hubiese rima aquí).
- 13: me la agarras y me crece.
- 14: (bueno, como el doce)
- 15: en el culo te hago un esguince.
...
- 30, 40, 50... : mi polla te revienta.
Volvamos a la charla, ya situada en el cesped, bocata en mano (y boca). Cuando se evoca la infancia, se da ese efecto contagioso que hace que todos nos pongamos a hablar como descosidos sobre cuando éramos enanos, atropellándonos un poco, para ver quién hacía las mayores trastadas.
Empezamos con una sesión de pirotecnia, hablando de petardos que quebraban ladrillos reduciéndolos a añicos, petardos pinchados en mierdas salpicando a los artificieros, petardos rompiendo botellines, cohetes dirigidos hacia ancianos, dardos explosivos voladores, cabinas telefónicas reventadas por petardos del 15... por suerte ninguno habíamos llegado a dominar el arte de la bomba de amoníaco. En ese apartado también hubo que añadir actividades piromaníacas varias, como usar los insecticidas "de forma eficaz", crear cohetes caseros y bombas de humo con cerillas. Hasta aquí todos bastante empatados.
Luego llegó el momento de las armas de proyectiles. Los chicos de ciudad no somos expertos en el arte de lanzar piedras, entre otras cosas, por su escasez en entornos urbanos, así que hemos tenido que desarrollar otras técnicas algo más refinadas con lo que teníamos a mano. Los tirachinas son el arma por excelencia, debido a su gran potencia y a al gran variedad de proyectiles que pueden disparar, sin duda ahí Hugo se llevó la palma, al emplear canicas para destrozar cristales reforzados. Yo me convertí en un maestro del tirahuitos, llegando a llevar encima de forma cuasi-permanente una riñonera con municiones variadas para al menos 4 tipos distintos de tirahuitos (los de rollo de papel, otros hechos con las fundas de los carretes de película fotográfica, unos con cuellos de botella y por último los "recortados" hechos a base de rollos de celo), una munición muy popular eran los "tomatitos", sobre todo cuando los dejabas secar.
Después de las cosas de críos, llega el momento de sacar a relucir las partes más oscuras y tenebrosas de nuestro pasado, maldad infantil en estado puro. Como dijo el Maestro Yoda:
- Más fácil, más rápido, más seductor...El Cana no empezó muy fuerte, algunas de sus cabronadas más gordas eran rellenar balones de playa con arena para que los chuloplayas hiciesen el ridículo delante de las novias al patearlos y quedarse con el pie destrozado. Hugo subió bastante el listón, con la agresión a un tío calvo con un caramelo duro, con chichón incorporado. Yo por mi parte adquirí una sutileza y refinamiento exquisito en el manejo de la mierda. Mis amigos y yo empezamos entrenándonos con trampas sorpresa. Se trataba de introducir un buen mojón en uno de esos monederos que tienen dos varillas de metal flexible como cierre, y que se suelen abrir de golpe cuando se hace presión... aquello era sobrecogedor, ver a la gente agacharse a por el monedero, apretar para abrirlo y saltarles el tordo a las manos. Lo más sorprendente fue cuando una señora limpió las monedas que habíamos metido dentro de cebo, se las metió en el bolsillo y se fue tan campante.
- ¡Coño, Yoda, si es que el Lado Oscuro lo tiene todo!
Pero sin duda, la obra cumbre fue aquella vez que se cruzaron en nuestro camino una buena plasta humeante y un motero del telepizza haciendo una entrega. La moto desamparada era la víctima perfecta. Con la ayuda de un palito, procedimos a untar bien de cataplasma los manillares. El excedente fue a parar a la caja donde se transportan las pizzas (a mí eso ya me pareció de un mal gusto excesivo, que hay gente que come las pizzas que llevan ahí, coño). Como en aquella época yo ya había visto muchas pelis de agentes secretos, sabía que la mejor forma de pasar desapercibido no era salir corriendo ni camuflarse, sino simplemente actuar con naturalidad. Así que con toda la naturalidad que pude, me senté en una valla a ver cómo el motero se pringaba de mierda. Pero cometí 3 errores:
- Estar mirando al motero no es pasar desapercibido.
- Descojonarse del motero no es pasar desapercibido.
- Si eres la única persona que hay en toda la calle, desde luego que no pasas desapercibido.
En fin, se hace tarde y creo que por hoy ya está todo el pescado vendido. Si alguno de los lectores es cliente del telepizza, que tenga cuidado con el pepperoni.