Siempre se ha dicho que los pedos son como los políticos, que sólo gustan los de uno. Pues desde que me alimento a base de kebabs en Londres, llevo dándole vueltas al asunto de los pedos. Mis pedos han cambiado bastante su olor y no dejaba de preguntarme de si era a mejor o a peor.
Me di cuenta de que su aroma era mucho más intenso y que perduraban mucho más en el ambiente. Cualquiera diría que ahora huelen mucho peor que antes, pero yo creo que no, y no es porque lo diga yo, qué va, que lo dice Aristóteles.
Según el discípulo de Platón, algo es bueno si se ajusta a su virtud. Y es algo bastante evidente que la virtud de un pedo no es la misma que la de las rosas, así que mientras que una rosa huele bien si su aroma es agradable, un cuesco huele bien su su hedor es insoportable. Aunque en este caso el adjetivo de hedor sea un tanto tendencioso para las pobres flatulencias, y habría que llamarlo también aroma, esencia o incluso perfume.
Así que ya sabéis, la próxima vez que os tiréis un buen rasca que os den palmas los mofletes y la gente salga corriendo, permaneced ahí, llenad vuestros pulmones de aire (si es por la nariz mejor) y exclamad bien alto y con orgullo: ¡mi mierda huele muy bien!
Consejo extra: las ventosidades se aprovechan mejor en las frías noches de invierno, que estando arropados podemos mantearlas hasta la nariz sin que se escape nada.
Chapeu!!!!!! Muy bueno
ResponderEliminarEscribe,cabron.
ResponderEliminarjajajaja. Se echaba de menos esa prosa poética de Fortran
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