Me alucina la hipocresía de las cadenas de televisión. No puedes elevar a "la Esteban" a la categoría de mito mediático y luego denunciar en un reportaje que las niñas quieran ser como ella. Tampoco puedes inflar a los niños a ver dibujos animados y luego presentar como algo asombroso que luego no leen.
Habéis hecho un negocio redondo. Primero creáis una generación de monstruitos para vender sus globos oculares al peso, y a los que se han pasado de la rosca además los exhibís como los esperpentos que son, para alimentar al resto.
Yo siempre he sido partidario de aumentar el nivel educativo, la disciplina en las aulas, y por qué no, también de la manita de hostias, empleada con mesura y eficacia, como algo poético. Lo que no acabo de ver es cómo un reality show puede contribuir a esos nobles objetivos. En el fondo no es más que otro Gran Hermano más: monos de feria despojados de la poca dignidad que les quedaba (la que aporta el anonimato), para el goce y deleite del espectador.
Porque eso de que el objetivo es "abrir un debate sobre el actual sistema educativo y la actitud que muestra la juventud en todos los ámbitos de la vida" que se lo cuenten a otro. El objetivo es el de siempre: audencia. Eso se consigue dándole a la gente lo que quiere, y lo que quiere la gente sobre todo es satisfacer su ego, sentirse válidos, y no hay nada mejor para ello que darles alguien que despreciar para que se sientan superiores.
La fórmula funciona y se viene aplicando con distintos grados de visceralidad u honestiadad, desde el ya mencionado Gran Hermano a Callejeros, pasando por Ajuste de Cuentas y El Hermano Mayor.
Al final, los padres mirarán con autocomplaciencia a sus hijos diciendo "no lo he hecho tan mal, mi hijo se porta mucho mejor que los de la tele".
No hay comentarios:
Publicar un comentario