jueves, septiembre 13, 2018

Creo que me he vuelto facha (vol III): el racismo

Hace unos pocos días Serena Williams saltó a la primera plana de todos los medios por una confrontación con el juez de silla durante la final del U.S. Open.

A pesar de que ya he hablado profusamente sobre el feminismo en el volumen anterior, va a ser inevitable que haga referencia aquí y allá en este post; ya que hay muchos paralelismos con el racismo.

Ella echó mano de la baza del sexismo, pero en seguida se han sumado voces añadiendo también el racismo al asunto para hacer un maravilloso doble combo.

Las discusiones al respecto han sido acaloradas, y hay un método muy sencillo para ver si una situación es racista o sexista: Sólo hay que imaginarse qué pasaría si cambias al sujeto de la misma. Supongamos que en lugar de Serena es Djokovic ¿sería noticia que un hombre blanco se llevase una amonestación por recibir instrucciones del entrenador, romper la raqueta y encararse con el árbitro? No, es lo normal.

Un caso distinto sería el tema de la vestimenta, como en este caso en el que una jugadora recibe una amonestación por cambiarse de camiseta en la cancha. Efectivamente, si un hombre fuese amonestado por lo mismo sí que sería noticia; el problema sin duda está en que la reglamentación es distinta para hombres y mujeres. Podemos entender que el nivel de decoro esperado sea distinto, puesto que el busto del hombre no es considerado algo erótico, pero lo justo sería que esa decisión recayese sobre la jugadora.

Pero volvamos al tema principal, que es el racismo.

He tenido la suerte de haber vivido unos cuantos años en UK y USA, y eso te cambia un poco la percepción que tienes sobre la raza. Sobre todo sobre a qué raza perteneces; yo llevaba toda mi puñetera vida pensando que era blanco, pero por lo visto soy otra cosa.

Tuve la oportunidad de tener algo más de variedad en mi círculo de amigos: Indios, srilankeses, mexicanos, afroamericanos, marroquíes... Un poco de todo.

Uno de mis mejores colegas en USA es negro. Como en España no había mucha diversidad que digamos hasta finales de los 90, pues al igual que mucha gente de mi generación no he sido educado con una especial sensibilidad hacia temas raciales; así que he tenido montones de conversaciones interesantes con él sobre el racismo (y sobre la vida en general).

Por ejemplo, recuerdo que un día le pregunté si era adecuado decir black o era preferible person of color. Pues en principio las dos están bien, pero está muy feo decir colored person. Son matices que a un hablante no nativo se le pueden escapar, pero ahí están.

Tal era el grado de camaradería con éste chico (tengo un montón de batallitas con él, algún día las contaré) que alguna vez me llamó my nigga. A mí esas cosas en plan gangsta me hacen gracia; y tiempo después le pregunté si yo se lo podía llamar a él también. Su respuesta: hell no!. Le dije que si no me había ganado el "nigga pass" y me dijo que algún día me lo ganaría, mientras nos partíamos de risa...




Teníamos esa conversación mientras íbamos en el coche con su novia (blanca) y la pobre chica estaba flipando. Al cabo de un rato no pudo más nos espetó can you please stop saying "the n word"? you've used it like 4 times already!

A ese nivel de tabú se ha llegado en USA, ni siquiera se puede discutir abiertamente sobre el uso de las palabras... Tuvimos que aclarar que no pasa nada por citar o usar el estilo indirecto, que no es lo mismo utilizar una palabra peyorativa en contexto meta-lingüístico que insultar a alguien.

Y ese es el quid de la cuestión: hoy en día se llama racista a cualquier cosa, y que nos tachen de racistas es un estigma social brutal. La palabra racista infunde tanto miedo que ya no podemos conversar con naturalidad sobre temas triviales, como por ejemplo el nigga pass; o temas importantes, como por ejemplo la inmigración o el islam (abordaremos esto en futuros volúmenes).

Hace unas pocas semanas también fue noticia un monólogo de Rober Bodegas en el que hacía unos cuantos chistes que no eran sobre gitanos.

Sería racista decir que los gitanos son una raza inferior y que habría que exterminarlos; pero negar que existe un problema generalizado de inclusión social, que viene de siglos atrás, es muy ingenuo (o muy mezquino). Creo que no hace falta que cite estudios aquí, a pesar de que podría pecar de prejuicioso también me baso en mi experiencia personal, ya que me crié en uno de los barrios de Madrid con más poblados chabolistas.

Lo más surrealista es que los gitanos que "dan la cara por los suyos" lo intentan arreglar con violencia e intimidación, confirmando los estereotipos a los que hace referencia Rober Bodegas. Incluso cuando lo intentan hacer con cierta clase como en este artículo, les sale algo plagado de insultos, sin un hilo argumentativo coherente y que rezuma del propio racismo gitano. Por ejemplo:
(...) La atracción morbosa hacia lo gitano, que se materializa en la imposibilidad de controlar su racismo de forma pública, aparece bajo la repulsión evidente hacia nuestra diferencia que comparte con gran parte de su sociedad. Bodegas se siente atraído por nuestro pueblo porque es payo (...)
Hay otra frase que parece ser que llama la atención, pero por los motivos equivocados:
El patético y pálido humorista de etnia paya es, tan solo, uno de tantos síntomas más. 
El despropósito no está en "patético y pálido", sino en "etnia paya". Los payos no son (somos) una etnia, sino muchas, porque payo es todo aquel que no es gitano. Pero como lo políticamente correcto es hablar de etnias, pues hay que ponerle etnia delante a todo.

¿Y por qué todo este pifostio no era una cuestión de racismo? Porque cuando un gitano está integrado en la sociedad y se comporta de forma normalni siquiera se dan cuenta de que es gitano. Por ello podemos deducir que la sociedad no tiene un problema con los gitanos, el problema es con la cultura gitana. Esa cultura de la que muchos gitanos están tan orgullosos y la defienden a capa y espada, incapaces de ver lo salvaje que es meterle un pañuelo por el coño a una niña de 13 años para ver si ha llegado virgen al matrimonio (se refieren a la crítica como un ataque directo a las costumbres históricas más arraigadas).

Se ha intentado casi de todo. La mano dura no ha funcionado. La mano blanda (darles viviendas, incentivos para la escolarización, etc.) tampoco. Este tema sinceramente me sobrepasa. La única solución que se me ocurre es la de buscarles un huequito para su propio estado, quizá en Oriente Medio, al lado de Israel. Quién sabe, a lo mejor esta vez sale bien.

Llegados a este punto todos estaremos más o menos de acuerdo en que el racismo es injusto desde el momento en el que prejuzga a las personas; al igual que lo es utilizar el racismo como excusa para salirse con la suya.

Quedaos con eso si queréis, porque ahora, como mero ejercicio intelectual, voy a hacer de forma especulativa una apología del racismo como mecanismo evolutivo:

Los homo sapiens somos una mierda físicamente, no podemos competir individualmente contra casi ningún animal salvaje. Por eso nuestra supervivencia siempre ha dependido de la colaboración.

En comunidades pequeñas es bastante fácil tenerse todos controlados, vigilar que todos contribuyan de forma justa y si alguien se pasa de la raya, pues se le llama al orden o se le manda a tomar por culo y se le saca del grupo (y se extingue).

¿Pero qué ocurre cuando dos poblaciones se encuentran? En ese momento la estrategia a seguir ya no es tan evidente. Si ambas poblaciones colaboran, por ejemplo cazando una presa que por separado no serían capaces de capturar, ambas obtienen cierto beneficio que pueden compartir y todos felices.

Pero si una población traiciona a la otra (los pasan a cuchillo mientras están durmiendo, agotados tras la cacería), éstos se llevan todo el botín, con lo que sus probabilidades de supervivencia aumentan (y además eliminan a la competencia). Ese comportamiento antisocial acaba de ser recompensado en la batalla constante que es la selección natural.

Si ese patrón se repite, y se repetirá si es una estrategia exitosa, al final tenemos que sólo van a quedar vivos los más cabrones (ya sea por herencia genética o cultural). Cuando se crearon los estados y se produjo cierta segregación, es bastante fácil identificar quién pertenece al grupo y quién no simplemente viendo rasgos como el color de la piel, de los ojos, el pelo, estatura, etc.

En resumen: todos los seres humanos hemos evolucionado para ser unos hijos de puta y hacemos bien en tener prejuicios en contra de aquellos que no se parecen a nosotros, ya que está en su propio interés aniquilarnos. Mantener un ojo siempre abierto ante el extraño es el equilibrio de Nash.

Joder, acabo de justificar el racismo con la teoría de juegos.

2 comentarios:

  1. Estaba esperando el tema de la jugadora que se cambia de camiseta... lo que leí ayer, y por lo visto no se le da la suficiente importancia, es que ella se la cambió en mitad del juego y fuera del área de descanso, mientras que Djokovic se la quitó en el descanso... ahí lo dejo, nigga ^^

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    1. Parece ser que hay muchos casos de jugadores que se cambian la camiseta en cualquier momento, no me he leído el reglamento (tengo mejores cosas que hacer), pero amigos en los que confío sí le han echado un ojo y me han dicho que efectivamente trata de forma diferente a hombres y mujeres...

      Pero el tema de base es que lo que es sexista es el reglamento, no la actuación del juez.

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