martes, septiembre 21, 2004

La subjetividad del recipiente

¿Cuántas veces has comprado algo engañado por el aspecto de su embalaje?

Aunque tengo poco tiempo para leer libros gordos, cualquier texto pequeño suele entretenerme, por ejemplo, las cajas de los cereales durante el desayuno o los botes de champú en la ducha. Una práctica generalizada entre los fabricantes de champús que he podido es engañar con la cantidad de producto que venden. Mejor dicho, con el precio del producto que venden. Es algo muy normal ver en los botes reclamos del tipo "50% gratis", pero cuando te fijas en las cantidades ves cosas así: "500 ml + 250 ml gratis", pues en mi pueblo 250 de 750 no es la mitad, sino un tercio.

Esta noche he visto una bolsa de caramelos medio vacía y le he dicho a mi madre: vaya, cómo te has puesto, ¿eh?. Pues resulta que sólo se había comido uno. El resto era todo aire.

El caso más doliente que recuerdo fue una vez que, estando de rodríguez, fui con mi hermano a comprar algo de comer. Vi unos macarrones a la bolognesa precocinados que tenían una pinta increible y que se preparaban en 5 minutos de nada en el microondas. Cuando lo preparé creo que descubrí a qué debe de saber la mierda. Seguro que es el sabor más parecido en algo catalogado como comestible (por cierto, era marca Gallo, por si algún día tenéis ganas de induciros unas arcadas).

Volviendo a los cereales, había una promoción en la que decían que regalaban un "looney popper". Menuda decepción se debieron llevar los homosexuales.

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