Tras el último rollete reivindicativo, volvemos a las clásicas batallitas del tito fortran. ¿De qué va el tema de hoy? ¡Discotecas!
Anoche cedí al grupo de presión discotequero (un miembro actualmente), ya que como es el que tiene coche, nos amoldamos bastante bien a sus planes. El plan en cuestión era ir a Fabrik, una de esas discotecas inmensas, con altavoces de 500 voltios orientados hacia el exterior del chasis para atronar a los vecinos.
El mayor atractivo de la noche era que se celebraba una fiesta temática sobre erotismo y pornografía en general, así que yo no podía faltar, ya que (como diría Flipy) soy un gran cinefalo.
Antes de ir, me preparé concienzudamente. Repasé el manual de campaña y el "Cómo ser un sinvergüenza con las mujeres". Teníamos la motivación. Teníamos el equipo necesario (una botella de J.B. y otra de limón). Así que nos pusimos en marcha sobre las 00:30, hora zulú (no sé qué es eso de la hora zulú, pero queda chulo).
Llegamos a la zona cero sobre las 01:15. El ambiente en el parking era el esperado. Todos los bakalillas con las puertas del coche abiertas, haciéndonos disfrutar del sonido de las Catedrales del Trance. Aparcamos y hacemos lo propio para que no se note que soy un metalero infiltrado.
Nos damos cuenta de que nos faltan los hielos, así que con un poco de labia y buen rollo nos acercamos a un grupo y le cambiamos uno de nuestros vasos de mini por unos cuantos pedruscos. Nos desmarcamos un poco con "Dinio asiendo el amol". Risas.
Empieza la acción: una chica bastante maja se nos acerca preguntando si tenemos pases. Le decimos que desafortunadamente sólo tenemos 3 flyers para nosotros. Normalmente, el encuentro hubiese terminado ahí, pero yo tenía que interpretar mi papel de sobrado, así que le dije que si se hacía una foto conmigo, a lo cual accedió sin gritar ni llamar a la policía.
A las 2:00 se nos acaba el whisky, así que ya estamos en condiciones de entrar en la discoteca. Agarramos los flyers y nos vamos a por las entradas. En esa discoteca no obligan a llevar una indumentaria específica, por lo que podemos observar un auténtico desfile de mascachapas con camisetas de tirantes. La próxima vez voy en chándal y zapatillas de deporte.
Entramos y justo está el d.j. notas anunciando a las actrices porno que van a animar la fiesta, el chupódromo, el tocódromo, el concurso de trancas y demás especialidades de la casa. Inspeccionamos el terreno. Localizamos los servicios (algo básico), la terraza con sus tumbonas, el chupódromo y el tocódromo. En el chupódromo todavía no ha empezado la función, así que nos vamos a por unas copas y a... ejem, bailar.
Estamos en la pista y los tostaos no tardan en aparecer. Un tontín que está situado detrás de mí me toca en el hombro y me dice algo. Asiento con la cabeza y me lo fumo. Al cabo del rato vuelve a requerir mi atención y entiendo algo así como que ya me ha avisado dos veces (el tío tenía el índice y el corazón levantados, supongo que los necesitaría para contar). Le señalo el espacio libre que hay detrás de él, le digo que hay mucho sitio y me doy la vuelta. El tío se aleja con sus colegas. Al cabo del rato, un amigo del especimen anterior empuja a otro de mis amigos. Mi colega se le queda mirando y el otro macaco le dice: "¿tienes algún problema?". Mi amigo responde: "¿lo tienes tú?" mientras se acerca más a él. El otro se giña en los pantalones y vuelve al cobijo que le proporciona su manada de mandriles. Dicen que la música amansa a las fieras, así que debemos suponer que el bakalao no es en absoluto música, porque los gilipollas anda que no se crecen escuchándolo.
Sugiero salir un rato a la terraza. Nos volvemos a acercar al chupódromo. A estas alturas supongo que tendréis curiosidad por saber qué es eso del chupódromo. Pues es algo tan sencillo como un pequeño habitáculo oscuro, con una pared en la que hay orificios de distintos tamaños y a distintas alturas, por los que un depravado introduce el miembro y al otro lado se supone que hay una actriz porno que le practica una felación.
Hay una gran acumulación de personal alrededor del chupódromo. Yo me esmero en demostrar que soy una persona sociable y me pongo a hablar con la gente que está esperando a que le hagan una ciposucción. Hago correr un par de rumores: uno de que al otro lado del muro hay un marica pervertido en lugar de mujeres, otro de que realmente no la chupan, sino que sólo hay masturbación. Los bulos no tardan en volver a mí como historias verídicas, pero aún así la gente no se desanima. Me canso de tanta cola y me voy con mis colegas, que habían estado fotografiándose con unas actrices porno.
Volvemos a la pista. Le están metiendo mucha caña al Megatrón, el aparato ese que suelta humo. Me meto en el papel de antropólogo. Delante de mí hay una chica rubia que está bailando con unos pipas que ya se han quitado la camiseta. Seguramente tendrían más éxito si se la dejasen puesta. Sigo observando. Me recuerda al ritual de apareamiento de la perdiz ibérica, pero los tíos andan un poco perdidos. Definitivamente, la antropología es lo mío.
Mientras tanto, nuestro intrépido conductor se saca un sobre de suero en polvo para diluirlo en una botellita de agua. Le sujeto la botella mientras abre el sobre y vierte su contenido dentro. Parte de los polvillos quedan en mi mano y algunos espectadores se quedan atónitos cuando me ven hacer el gesto de esnifarlos y luego chuparlos. Nos hemos ganado la fama de los más yonkis de la discoteca.
Cogemos otra copa y salimos de nuevo a la terraza. Fuera han creado un ambiente bastante agradable, con palmeras y fuentes, que junto con los divanes y los cojines evoca las mil y una noches. Hay un diván en el que hay un montón de mujeres. Me acerco y les digo que si no les importa que me haga una foto con ellas, para que luego los colegas piensen que estuve en una orgía. Hablando de orgías, un par están revolcándose de una manera escandalosa en un diván cercano. Qué gran ambiente, sí señor.
Entre unas cosas y otras nos dan las seis y media de la mañana y empiezan a cerrar. Nos vamos y en el parking nos volvemos a encontrar con la chica que nos preguntó si teníamos pases. La saludo en plan simpático para ver qué tal le ha ido la noche.
Valoración final: una noche divertida, aunque lo de la fiesta temática fue un engañabobos. Para los fans del chupódromo: en la Casa de Campo la chupan por menos de 15€ y no hacen esperar. Eso sí, las únicas luces que hay son las de los coches patrulla.
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